Durante un mes y medio estaré posteando las historias que escriba dentro de mi grupo de escritura Escribe Conmigo. El desafio consiste en intercambiar escritos de lunes a viernes con un compañero que cambia cada semana. Este compañero te dará un devolución sobre el escrito, y tú a él. Los organizadores te proveen de un disparador que puedes usarlo o no. El del día de hoy fue: Ametralladora.
Una de las cosas más incomodas de estar en guerra es que toda tu vida se convierte en tratar de salvarte el pellejo.
La gente que vive en territorios en paz no piensa en esto muy seguido, salvo alguna que otra excepción cuando un pariente muere o cuando a algún amigo se le es arrebatada la vida de forma salvaje.
En cambio yo tengo esa necesidad de salvarme, de poder existir otro minuto más. Las consecuencias de eso pueden ser mixtas; caminar por los lugares que antes eran los considerados peligrosos, comer cosas nuevas y diversas en un estado dudoso de salubridad hasta intentar oficios que no son en los que te desempeñabas en los tiempos lejanos cuando existían los derechos.
A veces extraño el pasado. No por mucho tiempo. En guerra no hay mucho tiempo para pensar, siempre hay algo que hacer. Por momentos, me recuerdo estudiando, trabajando, saliendo con amigos…y sobre todo bailando. En mis recuerdos fugaces suelo bailar una canción en específico, lo sé porque hago los mismos pasos en cada flashback. Pero justo cuando creo que la tengo suena un estruendo que me avisa que recordar es peligroso para vivir el ahora. Bastante yogui…
Un día deambulaba por un callejon oscuro; sin luz es más fácil poder circular, lo que ves allí es la fe de que todo estará mejor que en la pisada anterior.
De repente me sucedió algo; mientras me arrastraba con cautela con la cabeza gacha y en completo silencio recordé el ritmo de la canción que bailo en mis recuerdos. Y como si no tuviese nada que perder me levanté en mis dos piernas, y moví las caderas.
No tenía sentido, pero ta ra tan tan, ta ra tan tan(Si no resistes saber cuál es la canción haz click acá). Sin poder controlarlo, ese sonido lo repetí en voz alta. Una de las reglas mejor sabidas de la guerra es mueres callado [imaginate tarariando]. Esa guarrada en las películas que indican que todos gritan al momento que una bala o una bomba los alcanzan, es mera fincción.
Todo es silencio, el sonido es mortal. Al sonido brotar de mi boca, me doy cuenta de dos cosas: 1. cual es el nombre la canción y 2. que era una persona muerta, en ese orden.
Aún sabiendolo no pude dejar de moverme; los brazos empezaron a subir, las rodillas se flexionaron un poco, la cabeza iba de un lado al otro, y como mi cuerpo mis labios iniciaron – Let the music play…– con un poco más de vigor.
Cuando empecé la segunda línea – Just un…– pude escuchar el tatatatatatatatata sin ritmo.
Me pareció que no falló ningún tiro, todas las balas estaban dentro de mi.
Al caer, traté de terminar la oración –…til I feel the misery is…– en un susurro. Pero el último altiento lo dediqué a terminarla -...gone.–
Foto por Maria Daniela Izaguirre