Cosas de Muchachos

Estos muchachos se han reunido muchos domingos para ver a su equipo jugar como nunca, y perder como siempre. Pero eso no les quebraba el espíritu, más bien parecía que les volvía más y más fervientes a él. Vestían sus camisetas granate y llevaban, banderas pancartas, trapos, para manifestar ese amor que ha nacido espontáneamente sin nada que le corresponda, sólo ese calor que va como un rayo de los pies a la cabeza al ser anotado un gol. Tiene que ver más con las entrañas que con los sesos.

Un día este grupo de fanáticos va como cualquier domingo de la temporada a ver y “alentar” a su equipo cantando esos cánticos desde sus casas; en el bus, taxi, bici y hasta carro particular. Los barra brava han llegado y  ya han organizado su entrada: los cohetes, la droga, la bebida y las canciones. Todos los instrumentos llegaron y también los mas mas. Hay tanta organización detrás de la “fiesta del fútbol” que uno se sorprende como luego ellos continúan su vida como estudiantes, padres, hijos, trabajadores. Ya sólo por el peinado deben tardar una buena cantidad de tiempo: esos pinchos altos ya sean verdes o azules. Son bien intimidantes, y siempre la mirada es de  haber mordido a alguien segundos antes de mirarte ¡Es todo un Show! Supongo que los rituales de las diferentes barras dependerá de la ubicación geográfica, economía y antropología del lugar. Este era lleno de mucha energía. Muchas ganas de vivir, digna del trópico. Era como asentir que perder es sólo una parte diminuta de la vida, y si vamos a defender algo, si vamos a protestar si vamos a apoyar algo que sea algo que nos represente: perder no es nada en comparación con la fanfarria de perder.  

Ese domingo la “juerga de perder” inició con energía, sinceramente, la habitual. El estadium es un recuerdo de lo grande que fue la ciudad hace algunas décadas. Caben 10400 personas, pero sólo tres mil puestos son ocupados. Sinceramente, nada mal. Si contamos con que a 40 minutos puedes estar en la playa y con diez minutos menos pero en la dirección opuesta puedes ir a comer cachapas, no está nada mal. Pues 3000 almas se congregaron este día en él. Era un partido importante. Estaban jugando la semifinal de la liga, así que en un punto si ganaron. Había mucho en juego, literalmente. Empezó el partido, y todo estaba tranquilo. Cortando los pases, más acción en el medio y fuera de cancha de lo que hubiesen querido los fanáticos. De igual forma, los fuegos artificiales, la banda y los gritos no cesaron como tampoco cesaba el alcohol y el tabaquito de aquí para allá. El sol les daba  con todo su esplendor. Las 5 de la tarde en el trópico no son señal de un sol pasivo. El sol nunca es pasivo en el medio del mundo, como ninguno de sus hijos. La barra brava de Puerto Ordaz estaba candela también. También habían traído su artilleria. Sólo que estaban condensados en máximo 30 personas. A dos días de viaje estaban esos chicos de su cama. Ni la plata ni la disposición están fáciles en tiempos de crisis, pero por el equipo podemos hacer concesiones.

Luego del descanso parece que los chicos se pusieron de verdad  la camiseta y todo indicaba que esta vez lo iban a lograr. En un instante de incredulidad el stadium se quedó en total silencio, y como siempre casi lo logran. Muchas bocas abiertas tuvieron que cerrarse con el sabor de que no lo lograron. Pero como cuando nos acostumbramos a perder, un 0-0 es una victoria contundente. Al salir de las gradas podías oír a los fanáticos hablando de estadísticas y de lo bien que estaban en la tabla, y como esta “buena racha” les daba oportunidad de seguir avanzando. Incluso se oía como hacían planes  para ir a festejar este ¡Triunfo Granate! Ellos creían merecer esa celebración más que nadie. Sólo Bartolomé y Claudio se quedaron en el stadium organizando y limpiando el desastre de otros; la vida de los conserjes no ha de ser nada fácil.

Mientras cada grupo se organizaba y veía qué hacían, una manada decidida de 20 chicos se fueron directo al bar acostumbrado donde se bebía barato y hasta tarde. Este grupo estaba compuesto por jóvenes universitarios en su mayoría, sólo uno era camisa beige. Muchos sentían que lo único que tenían en común era el amor a su equipo, pero al final no hay nada como no tener que hablar de nada y tomar un rato. Repetían las mismas estadísticas mil veces y las tácticas varían dependiendo del nivel de borrachera de los interlocutores. Terminaron algunos con 7 otros con más de 10 birras encima. Pero el reloj avanzó y ya cada uno necesitaba regresar a casa. Todos vivían en la misma zona, quizá por eso se les hizo más fácil agruparse. Salieron del bar estos 20, y se destinaron a caminar al norte de la ciudad. El transporte público no suele existir luego de las 7pm así que había que tenían que hacerlo divertido. Saltaban, corrían, gritaban, se  hacían bromas, incluso uno de ellos hizo caer a otro metiendole el pie. Una caminata de fácil media se transformó en mucho más.

Ya a la altura de la avenida principal, dos de ellos se despiden ya que sus casas estaban a la vuelta. Entre palmadas y puñitos se despiden los compañeros de equipo. Siempre todo rápido porque el malandraje no se aplaca, ni siquiera porque es el día de Dios. Eso es rápido: llave en mano, se mira para los dos lados de la calle, todo regular pues pa’ dentro, cerrar más rápido y corre para que nadie se ponga creativo. Y a la otra puerta…ya nadie sabe cuántas puertas hay que cerrar para llegar a la casa sano y salvo. Estos dos llegaron a casa, pasado de tragos, pero bien que es lo que cuenta.

Los otros siguieron caminando por la avenida principal, pero justo se toparon con una sección en donde una serie de tres postes no tenían luz; todos hemos sentido esa sensación de un relámpago que sube desde el ano hasta la los sesos, en donde sólo los pies son los que responden y los brazos los ayudan: posición Usain Bolt. Ninguno pronunció palabra, el nivel de concentración no los dejó ver ni siquiera que un carro azul los pasó y unas cuadras más adelante se detuvo sin motivo aparente. Salieron de la oscuridad, y como siempre la luz da abrigo, y te protege porque todo lo podemos ver. Y allí fue cuando se dieron cuenta que a inminentes dos cuadras el carro azul se detuvo y ahora dos estrellas de la noche salieron de él. Uno de los chicos, quebrando el silencio, recomendó que sería mejor devolverse, pero ¿A dónde? Seguían caminando. Otro, dijo que estaba llamando al Tigre para que les abriera la reja, pero ¿Cuánto tiempo necesitaría para eso? El más flaco de todos dijo que mejor se quedarán allí parados, pero nadie podía detener los pasos de estos jóvenes, ni siquiera de los indecisos. De repente, uno dijo -Somos 20, no llevan chance- con voz clara y sin miedo.  

Resulta que los dos hombres que se bajaron del vehículo era dos choros. Cada uno con rolo de arma. Les amenazaron, con su mejor cara de tabla, que les dieran los celulares y toda la plata que cargaban encima, y que aparte les dieran los zapatos blancos del flaco porque les gustaron mucho. Las armas los desmoralizó por completo, la mayoría buscaban en los bolsillos lo requerido por estos ladrones. Pero otros, un grupo de cinco chicos avanzaron hacia adelante sin llamar mucho la atención y se fueron a por el ladrón más cercano. Este ni se dió cuenta cómo llegaron tan cerca de él. Los otros chicos hicieron lo mismo y se acercaron lo suficiente al otro como para ponerlo nervioso. No había miedo en ninguno de estos 18 seres. Masivamente respondieron a ésta situación, como si fuesen un sólo organismo.

En un momento de impaciencia el flaco se acercó más y quiso quitarle el arma al ladrón que rodearon. Como por inercia los otros lo siguieron, y 10 manos pudieron más que  esa mano y media que tenía ese malandro.

En ese momento, la victoria se sintió inminente. El malandro que quedaba con el arma se fue alejando poco a poco casi imperceptiblemente, hasta que logró por muy poco escapar y se montó en el carro y piró sin importar nada. Todos los amigos estaban enardecidos. TRIUNFARON contra el abuso y la inseguridad, no todos podemos decir lo mismo bajo esas condiciones. No se lo creían, pero en eso voltearon y todavía los otros cinco rodeaban al choro con poca suerte. Botaron esa arma para el monte de al lado, y lo que siguió fue la más sanguinaria golpiza hacía un individuo que jamás habían visto los ojos humanos. Había tanta ira colectiva, en ese momento eran imparables. En un punto, la ira se va, ya la gasolina se había acabado. Dejaron al malandro allí, y siguieron. Desde lejos podías ver las manchas de sangre y como ahora hablaban del tema. Muy emocionados de haber salidos victoriosos de “esta”. Hacían mucho alboroto, la adrenalina del momento hacía que nadie pudiese controlar su cuerpo.

Como si no fuese ya  todo una locura ¿Adivinen a quién se encontraron los chicos a por la misma Avenida? Pues a la P O L I C I A. La que nunca aparece en el momento justo, sino mucho después (o antes.) La patrulla se detuvo, y un cuarteto de policías les ordenaron que se pegaran a la pared. Eso hicieron. Que se iban a imaginar que otros choros más venían por ellos. Los requisaron a cada uno, pero igual no entendían la situación. Los pacos les preguntaron qué es lo que había pasado, porque andaban todos ensangrentados y alborotados. Pues se esplayaron: caminando choros la policía llegó tarde (pa’ variar) arma huyó coñazo parejo. Pues bien, la policía les pidió que lo llevaran al lugar de los hechos,todos protestaron al unísono, pero al final tuvieron que llevarlos. Allí seguía el choro llenito de dolor.

Todos fueron detenidos en la comisaría más cercana, que es al lado opuesto de donde ellos viven. Tuvieron una llamada cada uno. Los padres decidieron dejarlos allí por la noche para que aprendieran la lección. A la mañana siguiente, el poli levantó a todos a las 5:23. Les dijo que estaban salados -El choro murió, y eso es cana- de manera concisa. Nadie lo podía creer.

A medida que llegaban los padres el aire se volvía más denso y pesado. No sabían que hacer más que extorsionar a los policías. Como siempre, funcionó. Pero esta vez ninguna coima solucionaría el hecho que sus hijos eran asesinos. Por un tiempo no fueron estos muchachos a los partidos, y muchos menos se textiaban para crear el nuevo cántico. Pero la vida normal, llega sólo se necesitaba tiempo.

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