El rubio del trabajo

Yo trabajo en varios lugares alrededor de esta ciudad. Y me gusta eso. Bueno, hay días en los que me gusta más que en otros, pues en algunos me lleva el diablo porque quiero dormir, o más comúnmente, quiero comer. Ya había acabado mi jornada laboral, bien tarde ya. Era de noche, pero aquí es como si fuese pleno día. Yo siempre pensaré que este lugar es night owl. Todo empieza tarde y acaba tarde. En este día en particular yo estaba hundida en el cansancio, quizá acumulado de este año casi ya agotado. Sin embargo, decidí que me merecía ese choripan de la esquina cargadito de “todas las salsas” con su respectivo refresco negro. La seño me dio la delgada servilleta, en singular (porque no importa si hay crisis o no, es una sola la servilleta) y yo no me resistí a la tentación de lamerme todos esos deos’ llenos ‘e salsa. Estaba yo allí pensando que ya me voy de aquí a otro lugar quizá más áspero quizá más libre o todo lo contrario, y me di cuenta de lo mucho que extrañaría todo lo que me rodeaba.

Luego de mi momento de nostalgia y de satisfacer dos veces mi barriga seguí mi camino, y me acerqué primero lentamente y luego a toda prisa al paradero. Ya desde lejos vi el autobús que me acercaría a mi cama (la necesidad número uno en ese instante.) Yo vivo a una hora y media SIN TRÁFICO de este trabajo, entonces si ud ve ese bus naranja con plomo ud. se emociona ud grita ud se monta como sea porque eso quiere decir que está a una hora y media de satisfacer su necesidad básica. Pues grité, corrí y pude montarme en el bus naranja con plomo, y como es de esperarse el conductor del autobús por alguna razón que yo desconozco o escapa a mi entendimiento estaba bien apurado.

Yo vi subir al rubio del trabajo. No lo saludé ni él a mi. La verdad es que quizá no me vio. El punto es que en este lugar no tengo muchos amigos porque sólo voy a dictar clases y me voy. Es bien práctico. A las diez de la noche yo no quiero socializar con nadie después de trabajar todo el día. Pero la verdad es que ésto no es sobre mi. Bueno, lo vi subir al bus y pagó al “conductor cobrador” con la cantidad justa de efectivo porque no tardó nada en sentarse en la silla. Él se sentó en la otra columna de asientos del bus diagonal a mi. Yo lo podía ver sin que él se diera cuenta del mío. Eso es lo bueno de ese horario, el transporte público está vacío. Y por lo menos esa hora y treinta minutos estás sentadito mirando por tu ventana o escribiendo guebadas en tu celular.

No tardé, y creo que nadie en el bus lo hizo, en darme cuenta que el conductor conducía de la cagada. Es bien normal que suceda eso ya sea por competencias con otros buses/líneas/etc o porque van tarde en su “horario”. Sea cual fuere su razón el señor iba a lo flash y a lo loco. La corneta o el claxon era el souvenir que nos daba no sólo a los usuarios de la unidad sino por donde pasaba. Era una fucking locura. Así fue toda Zarumilla. Yo asumí que en Alfonso Ugarte se le iba a quitar la gueboná, porque al resto siempre se le quita allí aparte que es un millón de veces más transitada.Yo estaba haciendo unas anotaciones hispter en mi hispter diario, pero fue bien difícil mantener el pulso, y, en general, el ritmo cardíaco. La verdad, estaba tensa. Yo miré a mi compañero de trabajo y ese hombre andaba relajado; con sus audifonos verdes sumergido en su celular y en su cosmovisón andina. Yo lo admiré. Aunque me puse a pensar que si ninguno de nosotros reclama esta vaina seguirá así por siempre.

Avanzamos por la Av. Alfonso Ugarte más rápido imposible. El sr. conductor decía que no sabíamos usar el transporte público =O, porque bajabamos por la puerta delantera del carro. Allí le doy la razón, pero también sé que los conductores a esa velocidad no siempre se detienen en sus paraderos. Y la gente necesita ir a la puerta principal a que les paren bola. De hecho un pasajero alto, robusto y negro le formó un peo porque no lo dejó en dónde era porque él no lo escuchó cuando pidió la parada. El conductor se portó bien y le dijo que lo sentía mucho. Luego de este hecho, un bus que va a Villa el Salvador, la conocida “E”, pasó a nuestro bus. El sr. conductor juró a todo gañote que -Te vas a enterar que es velocidad.- Los usuarios también lo hicimos. Al óvalo Bolognesi sólo le dimos una mirada rápida, y menos mal los patineteros se dieron cuenta rápido que este señor no venía con mariqueras, y pues se apartaron. Sin contar que casi atropella a algunos transeúntes que pasaban por el paso peatonal teniendo ellos el paso. Fuck!

Mi compañero de trabajo es alto aunque un poco desgarbado, de complexión clara, y un barba espesa y vasta. Sus ojos… les debo la descripción, nuestra interacción no ha pasado de enérgicos “hola” o de apresurados “buenas noches” obviamente sin disminuir el paso acelerado de la noche limeña. Lo que sí puedo recordar es el timbre de su voz: alta, profundo, densa bien característica en esta sociedad que todo se habla casi en secreto. Él habla y todo el lugar se impregna de ella, y todos los demás escuchamos lo que sea que tenga que decir. Es handy, definitivamente, cuando eres profesor tener esa voz. Ese día estaba vestido un poco más “arreglado” que de costumbre: Chaqueta de cuero, peinado de lado y todo especialmente dispuesto para que se vea bien, sin exagerar. Si me preguntas jueves por la noche + outfit: se estaba preparando para matar.

Y llegamos a la Av. Brasil. Él seguía con esta calma intrínseca de esta sociedad. Que envidia. Yo estuve aterrada desde el punto A al punto B. La Brasil fue la demostración que el señor iba mucho más rápido que la velocidad de la luz, y de las reglas de tránsito. Perdió a todos los buses a la vista. Pero de todas formas él quería más. Entonces, continuó con mucha imprudencia por las calles. Paraba luego de los paraderos sólo para pasar el semáforo, arrancaba la unidad así hubiese gente en la puerta, y por supuesto a veces ignoraba a esas manos en movimiento en las aceras que le indicaban que requerían de su servicio. En fin, un servicio de mierda. Ya cerca del óvalo de la Brasil, mi compañero se muda al asiento del medio ya que antes estaba recostado de la ventana. Y me parece que se da cuenta de la velocidad inaudita de su coterráneo.

Un paradero antes del suyo aprovechando que el carro estaba detenido y así evitar un accidente, él se mueve al asiento individual que se encuentra más cerca de la puerta delantera. Desde mi punto de vista él estaba conversando con el chofer. Supongo diciéndole que en el próximo paradero él bajaba. Pues bien, lo que sí pude escuchar es que el sr. conductor le dice que la bajada es por la puerta trasera no por ahí. Y ya con su tono de voz que le caracteriza le dice -Ya estoy aquí, no voy a ir a la otra puerta-  Y continúa -Me puedo caer a la velocidad en la que vas-. El señor conductor le dice – No te vas a caer, yo tengo una cámara – señalando la pantalla brillante en el parabrisas del carro. Yo pienso que aquí mi compañero de trabajo se cansó y le dice -No, y no puedes manejar así- con indicios de molestia. Luego, él le dice que no puede manejar así que es una locura y aparte es peligroso, bien alto para que todos escuchen. El señor conductor le dice que ya deje de joder. Y definitivamente eso no calmó a mi compañero de trabajo -Bájate y vamos a darnos (inserte palabra peruana para decir que se van a caer a coñazos.)- A lo que el conductor le dice – Tú dices eso porque sabes que tengo el carro y no lo puedo dejar, pero tú no la das- con voz amenazante y una mirada rápida de rabia. Mi compañero le dice que se baje y deje la mariquera. Ya llegamos al paradero y el conductor le dice – ya bajate webon- Y mi compañero de trabajo lo insulta inaudiblemente  y luego le tira toda la plata que tenía en el mostrador. A este punto yo me digo -Verga- con sorpresa. Inmediatamente después pienso -¡A la puta!- también con asombro.

Toda la escena fue increíble el conductor le entró un absceso de ira loco no se podía controlar en el asiento y estuvo a punto de salir a caerse a coñazos con el bro del trabajo. Mi compañero de trabajo siguió caminando por la vereda, yo lo seguí con la mirada. Pero de repente él decide que tampoco es suficiente y se voltea supongo que para montarse de nuevo, pero el sr. acelera y le dice  -¡Cabro! ¡Concha tu mare!- con gritos ya estridentes. Pues, lo último que pude ver es que mi compañero de trabajo le pintó dos palomas al chofer con cara de odio divertido.

Lo único que se me ocurre decir aparte de que nos dieron quite a scene es que ¡Vaya sorpresa! No sabemos nada de nadie. Creo que la próxima vez que nos veamos ya tendremos algo de qué conversar el rubio del trabajo y yo.

Foto por Tortugavispada

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